Integración regional: realidad posible

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  • 13 de Maio de 2015

El estrechamiento de la relación con América Latina en general y con América del Sur en particular representa el fruto más positivo de la reorientación de política externa seguida después del reencuentro de Brasil con su identidad democrática en los años 80. El punto de partida fue la reformulación del relacionamento con Argentina, mediante la creación paulatina a partir de 1986 de un espacio preferencial de entendimiento democrático y de integración expreso, después de sucesivos acuerdos específicos, en el Tratado de 1988 que creó el Mercado Común Brasil-Argentina.

Posteriormente, el proyecto del Mercado Común Brasil-Argentina fue ampliado para incorporar a Paraguay y Uruguay, pero de cierta forma tuvo su alcance reducido de Mercado Común para Union Aduanera, mediante el Tratado de Asunción de 1991 que creó el Mercosur. Por otra parte se decidieron importantes medidas de confianza como la constitución de la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (ABACC) y los Acuerdos de Salvaguardias con la Agencia Internacional de Energia Atómica (AIEA).

Con el pasar del tiempo, los ejes sur y latino-americanos de la política externa de Brasil tomaron un fuerte impulso. Se consolidaron procesos decisivos en el Mercosur; el conflicto fronterizo Peru-Equador fue resuelto bajo el liderazgo brasileño; Brasil tomó la iniciativa de convocar y se la sede en Brasília de la I Reunión de Presidentes de la América del Sur.

En los años 2000, América Latina en general y América del Sur en particular fueron ratificadas como prioridad número uno de la política exterior de Brasil. Se reforzó en el plano de la retórica la colaboración estratégica con Argentina kirchnerista, aunque las dificultades económicas disminuyeron mucho más el compromiso porteño con la profundización del Mercosur. Venezuela se incorporó al Tratado de Asunción en una maniobra por iniciativa argentina, país que dependía en ese entonces del apoyo financiero de Venezuela.

A América del sur, sin embargo, en lugar de fortalecerse, pasó a correr el riesgo de fragmentarse en grupos diferenciados: uno que se agrupa en torno del Pacífico, con Chile, Perú y Colombia, juntamente con México (la Alianza del Pacífico); y otro que continúa a girar en torno de un Mercosur cada vez más debilitado, más Bolívia y Ecuador. Se configuró, así, como ya fue dicho, una nueva línea de Tordesillas en el espacio sur-americano.

No obstante las dificultades actuales, el tema de la integración marca profundamente nuestro presente y está destinado a influenciar decisivamente nuestro futuro. La integración, es una realidad posible. El papel de los Gobiernos y de los agentes económicos debe ser, por lo tanto, o de actuar para ampliar los límites de sus posibilidades.

El crecimiento exponencial del comercio intra-Mercosur en los años 90 nos dio a todos la ilusión de éxito. Al jugar con las tarifas, nos olvidamos del hecho de que eso genera (o inhiben) comercio, pero dificilmente induce la integración. Nos olvidamos de que sin políticas sectoriales conjuntas, sin la harmonía de las ventajas comparativas de cada uno mediante a la integración de las cadenas productivas, sobre todo entre Argentina y Brasil, no habrá jamás integración. Del optimismo original pasamos a una presente y creciente desilusión.

Protagonistas esenciales del proceso, Brasil y Argentina son hoy países que, sin menospreciar sus diferencias, se perciben mutualmente como interlocutores privilegiados y colaboradores esenciales en la consolidación y en la expansión de sus respectivos proyectos nacionales e internacionales. Compartimos además la convicción de que, para que esos objetivos puedan ser obtenidos, es esencial que sean complementados bajo una perspectiva regional más amplia.

En la práctica, sin embargo, el Mercosur, basado originalmente en la convergencia de visiones y de propósitos entre Brasil y Argentina, pasó a ser regido por una dinámica de divergencias y friccionesreciprocamente agravantes, justo en el momento en que se vuelve más necesaria la cohesión entre los dos. Sería, por lo tanto, particularmente importante prevenir que el Mercosur permanezca en la agenda bilateral bajo un signo cada vez más conflictivo. Se vuelve imprescindible desarrollar una visión de futuro del Mercosur compartida entre los dos. De otra forma, cada cual seguirá viendo el Mercosur en el espejo de sus propias ilusiones y estaremos condenados a desencuentros que podrán tener efectos nocivos a los intereses individuales y conjuntos de las colaboraciones..

Luiz FelipeEl Mercosur es una utopía consciente, o sea, una institución hasta cierto punto virtual, resultante, no necesariamente de un temor de la realidad, como la mayoría de las utopías, pero si del interés en considerar la realidad como una tarea permanente y una invención perpétua. Como tal, debe estar permanentemente a la espera de los límites de lo posible. O aproximamos nuestras perspectivas o estaremos condenados a continuar encarando los mismos fenómenos con ojos distintos y viendo cada cual cosas diferentes, uno acusando al otro de no ver lo que, en el fondo, tal vez prefiera no ver.

La vigencia de la alianza con Argentina debe ser asegurada como punto de más alta prioridad en el cuadro de las relaciones externas de Brasil. Con imaginación creativa, más perseverancia y un poco más de “complicidad, podremos recuperar el ímpetu del Mercosur en benefício de Brasil, de la Argentina y de toda nuestra región.

 *Artículo publicado en el El País, el 12/05, colmuna de Luiz Felipe de Seixas Corrêa.